El municipio de La Gallega figura en la historia desde el siglo X y debe su nombre a una dama de origen galaico que, presumiblemente, se instaló allí durante el Medievo. Esta villa, acogida desde el principio en el seno del Condado de Lara, se fusionó más tarde con dos poblaciones vecinas: Salgüero y Peña Aguda.

A mediados del siglo IV dependía plenamente del convento benedictino de San Pedro de Arlanza. Más tarde, tras una reestructuración, pasó a integrarse en el partido judicial de Salas de los Infantes. El municipio de La Gallega es atravesado por el antiguo ferrocarril minero Santander.-Mediterráneo, que ahora se ha recuperado habilitando una senda verde que forma una maravillosa ruta para los amantes de la naturaleza. Han sido hallados varios restos que ponen de manifiesto la existencia de un asentamiento medieval. Uno de ellos, el conocido como Peña Aguda, donde se encontraron restos de una estructura rectangular que bien pudieran corresponder a los de la antigua ermita de Nuestra Señora de Peña Aguda.

La localidad apareció en los cartularios bastante tarde, en 1217, año en el que se documentó el hospital de traseúntes de San Miguel de Gallego en el Camino Soriano-Aragonés, ruta jacobea de Zaragoza a Santiago de Compostela por Soria, Silos y Burgos.

El pueblo fue en la Baja Edad Media de señorío del abad de San Pedro de Arlanza.

El 27 de mayo de 1285, Sancho IV concedió por carta plomada al Concejo de Burgos los derechos de las caloñas, portazgos, yantares, marzadga, que tenía el rey como señor de Lara en La Gallega, Lara, Barbadillo del Mercado y Valdelaguna, a cambio de 500 maravedíes de moneda nueva (siete sueldos y medio el maravedí)

Monasterio de San Juan de Ortega

anuales, la mitad por San Miguel y la otra mitad por San Martín. En el documento, editado en la Colección diplomática del concejo de Burgos, se establecía, so pena de 1000 maravedíes, la prohibición de embargar o de controlar la totalidad o parte de los impuestos cedidos al Concejo burgalés, así como de entrar merino u otro agente de un señor contra su voluntad, sino únicamente el elegido por ellos. Por un documento de 24 de abril de 1338, sabemos que el abad de Silos y su homólogo de San Pedro de Cardeña llegaron ese día a la abadía de Arlanza para tomar cuenta de éste. La renta perteneciente al monasterio arlantino por La Gallega era de 24 maravedíes.

El 2 de abril de 1388, los abades de Silos y Arlanza llegaron a un compromiso sobre los pastos del límite entre Peñaguda y La Gallega, poblaciones a la sazón pertenecientes a los dos monasterios, en el claustro de silense delante de la puerta del capítulo. Los árbitros nombrados por las dos partes fueron el vicario de Clunia Ramos Pérez, el vecino de Hontoria Andrés Pérez y Juan Ferrández. La sentencia definitiva, de 4 de setiembre del mismo año, fijó los límites de ambas posesiones monacales y defendieron a los habitantes de cada una de ellas de la penetración en tierras de la otra de un morador de la localidad vecina. Años antes, en 1352, el pueblo aparece en Becerro de las behetrías de Castilla como La Galega.

En 1491, a finales del siglo XV, un carretero de La Gallega (Juan Tejedor) transportó lanas desde Mazarete, Selas y Aragoncillo, en el señorío de Molina, hasta Burgos. El contrato para el transporte de la lanas se formalizó el 9 de setiembre de 1491. Esto prueba que ya existía carretería en la comarca antes de la creación de la Real Cabaña de Carreteros.

Antiguo Señorio de Molina

En el Censo de Vecindarios de la Corona de Castilla realizado en 1591 se denominada del mismo modo y pertenecía al Partido de los Arauces , incluida en la Burgos. El partido contaba con 876 vecinos pecheros.

Más tarde, ya en los siglos XVIII y principios del XIX, la villa era señorío del Duque de Veragua, así figura como villa perteneciente a la Jurisdicción de Los Arauzos , de señorío, en el partido de Aranda de Duero, con Alcalde Ordinario de Señorío.

La localidad se dedicó, mientras existió la carretería, a la fabricación de carretas, muchas veces muy lejos del pueblo (Torrelaguna, en Madrid, etc.).

El pueblo formó, con otros pueblos, parte de la jurisdicción de los Arauzos en los siglos XVI, XVII y XVIII, al menos.

En La Gallega, siendo el año 1612, el vecino de El Burgo de Osma Pedro de Cicarte, arquitecto, ensamblador y entallador, realizó el altar mayor de la iglesia, del que queda la Virgen Asunta.

A mediados del siglo XVIII, el Catastro de la Ensenada decía que era villa, según la primera respuesta, y localidad de realengo, según la segunda.

En toda la Sierra, y también la de La Gallega, se han vivido conflictos con las poblaciones próximas por los límites de pastos y pinares, cuando no por su uso. Algunos de estos conflictos en los que se ve envuelto el pueblo están recogidos por T. Moral en su libro Pinilla de los Barruecos (Burgos, 1975). Así, en 1779, Bartolomé de la Peña, vecino que había sido de La Gallega, pero establecido en Pinilla, edificó una tenada en el pago del Cristino, propiedad de La Gallega, "como recompensa de lo que ésta (Pinilla) tiene cedido en el lugar denominado Cabezota". La Chancillería de Valladolid resolvió el conflicto obligando a los de Pinilla a construir otra tenada en el lugar de la Solana para los de La Gallega y prohibiendo a Bartolomé de la Peña nuevas edificaciones.

A mediados del siglo XIX, según P. Madoz, La Gallega tenía 120 casas, incluida la consistorial, y una escuela de primeras letras frecuentada por 20 niños, cuyo maestro disfrutaba de una dotación de 14 fanegas de comuña. Ejercía de cirujano Rafael Villarreal. Años más tarde, en 1883, de acuerdo con la información del diccionario geográfico de Pablo Riera, la institución educativa se costeaba con fondos municipales.

En 1871, el pueblo de La Gallega compró, próximo ya al límite con Cabezón, Cerrito el Serbal. La Gallega terminó el siglo XIX como hoy la conocemos en el aspecto urbanístico (calles irregulares) y un número crecido de edificios: 226 (viviendas familiares, corrales, tenadas, etc.). Ejercía de maestro de primeras letras en el pueblo Don Félix Alcalde Castillo, que se jubiló en 1906.

El escritor Pío Baroja situó en un ventorrillo entre Salas y Huerta (es más que probable que se tratara de la Venta del Espino) el nacimiento del guerrillero Juan Bustos "El Brigante", protagonista de la novela El Escuadrón del Brigante (1913) ambientada de la Guerra de la Independencia (1808-1814). En este sentido, Baroja dejó escrito: "Había tenido, hasta echarse al monte, un ventorrillo, en la calzada que va de Salas de los Infantes a Huerta del Rey".

En 1934, los Ayuntamientos de Huerta de Rey, Arauzo de Miel, Mamolar, Pinilla de los Barruecos, La Gallega, Rabanera y Hontoria del Pinar solicitan que se verifiquen las liquidaciones del 20% de propios y 10% de aprovechamientos forestales al finalizar el plan decenal.

Pio Baroja

Tras una reestructuración, paso a integrarse en el partido judicial de Salas de los Infantes, perteneciendo desde el año 1956 a la diócesis de Burgos, después de largos siglos dependiendo del Obispado de Osma.